viernes, 17 de abril de 2020

Olores de otros años


Camino un par de cuadras por mi barrio, salimos junto a mi compañera canina a pasear. A lo lejos, el ruido de una cortadora de césped suena más fuerte que una banda de heavy metal pero no se ve. Sin embargo, el sonido se lleva la atención de todos, pero otra cosa me permite abstraerme. El aroma a pasto recién cortado. Cuantos recuerdos. Algunos que aún vivo en una cancha de fútbol los sábados. Otros me teletransportan a las tardecitas donde mi viejo arreglaba el patio de casa, yo un poco lo ayudaba pero a decir verdad, me la pasaba jugando a la pelota y de fondo, por la radio, se oían los comentarios futbolísticos de Alejandro Apo.

Los olores son procesados por el bulbo olfatorio, el cual a su vez está conectado a la amígdala e hipocampo, partes del cerebro que lidian con las memorias y emociones. Una investigación realizada en la Universidad de Rockefeller en Nueva York concluyó que recordamos un 35% de lo que olemos, un 5% de lo que vemos, un 3% de lo que escuchamos y un 1% de lo que tocamos.  

Estamos en la era de la hiperconectividad y los avances tecnológicos siguen probando obsesionados con activar el sentido del olfato a través de los aparatos electrónicos, aún sin resultados positivos. El 2020 es el futuro que algunos predecían pero ni siquiera el más pesimista imaginaba que iban a ocurrir tantas malas juntas. Incendios forestales. Animales extintos. Las cataratas del Iguazú con escasez de agua. Volcanes erupcionando casi en simultaneo.  Y Pandemia, muerte, miedo y encierro. En este encierro, que bueno sería que el teléfono móvil en las videollamadas pueda reproducir el perfume de mi madre o el olorcito a torta casera de la abuela.

A los vendedores les interesa encontrar el vínculo entre olfato, memoria y estado de ánimo. Se ha estado usando desde hace un tiempo lo que se denomina Marketing Olfativo. En los Estados Unidos sobre todo, los vendedores de casas ponen tortas o galletas en la cocina para que parezca un hogar cómodo en el que se puede vivir.

Era la hora de la merienda, aunque en estos momentos de aislameinto social, los horarios son un poco difusos, se me ocurrió probar una nueva pero vieja infusión para merendar. Nada raro por cierto pero por algún motivo que no logro explicar, había dejado de consumirla. Una buena chocolatada caliente.  De pronto me sentí sumergido dentro de esa taza por culpa de su aroma. Y ahí estaba, era la hora de la merienda hace 20 años atrás. En la casa de mis abuelos, anécdotas inolvidables. Y mientras, merendaba con facturas, biscochos o simplemente una rodaja de pan con manteca, para mi gusto esta última opción es la mejor combinación que se puede mojar con la chocolatada antes de ingerirla. La chocolatada es el perfume de mis días felices.

 ¿Existe algún perfume, olor o aroma que sea general y nos haga coincidir en el recuerdo? Es muy difícil que coincidan porque todas las memorias y experiencias son diferentes. Pero hay un olor que todos conocemos. Es el oráculo del tiempo. El preticor o más conocido como “olor a tierra mojada” que se produce en el mismo instante que comienza a llover. Pero en realidad, lo que se está oliendo es un tipo de molécula liberada por las bacterias que habitan en el suelo. Eso poco le importa a la memoria, que se ensaña con recordar. En la niñez, la lluvia no era un impedimento para salir. Salíamos corriendo a embarrarnos o chapotear con amigos. También es signo de unos mates calentitos con tortas fritas o pastelitos. ¿Qué recordas al sentir? Olores a otros años y a presente también. 

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